Nadia Murad fue víctima de la yihad sexual del Estado Islámico. Ahora se ha convertido en defensora de los derechos humanos, en la primera persona en ser nombrada Embajadora de Buena Voluntad por la Dignidad de los Supervivientes de la Trata de Personas de las Naciones Unidas.
Esta es su historia.
El 15 de agosto de 2014, la vida de Nadia Murad cambió para siempre. Las tropas del Estado Islámico irrumpieron en su pequeña aldea del norte de Irak, donde la minoría yazidí llevaba una vida tranquila, y cometieron una masacre. Ejecutaron a hombres y mujeres, entre ellos a su madre y seis de sus hermanos, y los amontonaron en fosas comunes. A Nadia, que tenía veintiún años, la secuestraron, junto a otras miles de jóvenes y niñas, y la vendieron como esclava sexual. Los soldados la torturaron y violaron repetidamente durante meses, hasta que una noche logró huir de milagro por las calles de Mosul. Así emprendió el largo y peligroso viaje hacia la libertad.
De pequeña, Nadia, una niña campesina, jamás hubiera imaginado que un día hablaría ante las Naciones Unidas ni que ganaría el Premio Nobel de la Paz. Nunca había pisado Bagdad, ni siquiera había visto un avión. Hoy la historia de Nadia insta al mundo a prestar atención al genocidio de su pueblo. Es un llamamiento a la acción para detener los crímenes del Estado Islámico, un poderoso testimonio de la fuerza de voluntad humana. Yo seré la última es, asimismo, una carta de amor a un país desaparecido, a una comunidad vulnerable y a una familia devastada por la guerra.
El valor y el testimonio de una joven pueden cambiar el mundo. Para que no se olvide, porque quiere ser la última que tenga que vivirla, Nadia cuenta su historia.