Yo destruiré el orden establecido, que separa el placer del trabajo, que convierte el trabajo en una carga y el placer en un vicio, que vuelve a un hombre miserable por indigencia y a otro por sobreabundancia.
Richard Wagner, 3 de abril de 1849 Richard Wagner, nacido en el ocaso de la epopeya napoleónica, atravesó su siglo como artista, revolucionario y aventurero. Confrontado con algunos pensadores esenciales como Arthur Schopenhauer o Friedrich Nietzsche, asociado al destino de su país, Alemania, del que estuvo desterrado durante mucho tiempo, obsesionado por el proyecto de una obra gigantesca que terminó llevando a cabo en su calidad de poeta, compositor y hombre de teatro, nunca ha dejado de provocar pasiones, las mismas que él mismo vivió, ya fueran políticas, estéticas o amorosas.
El era plenamente consciente de su talento, siempre supo lo que quería y, a lo largo de su vida, puso todo (y a todos) al servicio de sus objetivos.
Adulado por Luis II de Baviera, amigo, rival y yerno de Franz Liszt, repudiado por algunos, admirado por Charles Baudelaire, George Bernard Shaw, Thomas Mann y Paul Valéry, pero también por Adolf Hitler, uno de los iniciadores del peor extravío del siglo XX, Wagner fue un titán cuya vida es la más apasionante de las novelas.