Escrita en 1932, un mundo feliz es sorprendentemente aclamado. En parte es una réplica a las ideas utópicas de H. G. Wells, que ya habían sido criticadas por M. Foster en the machine stop (1909). A pesar del tiempo transcurrido y en un mundo que ha visto tantos cambios, la novela sigue manteniendo su interés, no solo por su puntilloso estilo sino por el debate que inicia: hasta donde debemos sacrificar nuestra individualidad que cara a la proliferación de la tecnología, hasta donde debemos continuar la búsqueda de un placer desenfrenado? Pero, a pesar de cierto tono pontificio, la novela mantiene un equilibrio perfecto entre la crítica y el humor.