Al releer, tras muchos años, Un cuarto propio de Virginia Woolf, hay dos cosas que me han llamado la poderosamente la atención. Primero su vigencia. Las mujeres siguen sin tener espacios propios, es algo obvio. Aunque se haya avanzado mucho en este aspecto, sigue existiendo una violencia estructural hacia las mujeres. Una violencia no solo física, sino también de lenguaje, de relaciones de poder al fin y al cabo, en el que el hombre siempre pretende imponerse.