Nancy ha recibido un augurio: hay un beso en su futuro, y está inquieta porque Jonathan, su mejor amigo desde niños, ha dejado de ser el chico raro y un poco tonto de la infancia. Tiene que aceptar que se ha convertido en un galán muy simpático y... sí, se ha enamorado de él. Ahora tiene delante un futuro en el que no sabe si creer y un secreto en su presente que no se atreve a revelar a nadie.
Pero no es la única en su escuela que guarda un secreto, porque el amor es más complicado de lo que parece, la amistad está en juego y va a necesitar paciencia, buen humor y un poco de suerte para no salir lastimada. Y, claro, para llegar sana y salva al encuentro con aquel beso. Una historia que equilibra los sentimientos, el valor de la amistad y la tolerancia.
-Mensa. No se te olvida la cabeza porque de veras... -me dijo con una sonrisa mientras me aventaba el suéter a la cara.
-Es que tengo prisa -mentí descaradamente-. Quiero ver si todavía está la señora de las congeladas, ya ves que se va temprano...
-Mentirosa -respondió con esa sonrisa tan bonita que hacía que se me doblaran las rodillas.
-¡No es mentira! -quise reclamar, pero no se me ocurrió qué más decir. Él se rio. ¡Cómo me gusta su risa!
-Qué se me hace... que te gusta alguien...
Sentí frío. ¿Me habría cachado?
-Cómo crees, menso.
-¿Todavía no? Eres muy lenta, Nanny. Has de ser la única del salón que sigue pensando que los besos son pura baba y microbios.
Me dio calor en las mejillas pero fingí que guardar el suéter en la mochila era la actividad más importante del planeta.
-¡Te pusiste roja! ¡Sí te gusta alguien! -y empezó a hacerme burla como niño chiquito.
-Qué zonzo. Me dio asquito. Guácala eso de que te metan la lengua en la garganta para dejarte todos sus gérmenes.
-No la friegues, Nan. No sabes lo que dices. Ya te veré, ya te veré. Como te dijo la señora del tarot, Nanny: ¡hay un beso en tu futuro!