Usamos las plantas a diario para alterar nuestra conciencia. Nos relajamos con lavanda o valeriana y nos activamos con cafeína, sin jamás pensar en ello como una adicción.
Entonces ¿por qué otras sustancias de origen vegetal, como la psilocibina o la mescalina, son ilegales? ¿Según qué criterio se ensalzan los beneficios del café y en cambio es delito plantar amapolas en algunos países? Michael Pollan investiga tres drogas de origen vegetal -el opio, la cafeína y la mescalina- para mostrar la arbitrariedad de nuestro juicio respecto a estas sustancias, profundamente condicionado por el estigma social. El autor revisa el papel de las plantas psicoactivas en distintas épocas y culturas, a la vez que experimenta con sus efectos.
El objetivo es comprender por qué el ser humano hace todo lo posible para alterar su conciencia y, al tiempo, limita este deseo universal con leyes y condena social. Combinación de historia, divulgación científica, memorias e incluso periodismo gonzo, esta obra ofrece una mirada desprejuiciada y atenta a las distintas variables que han determinado la condena o la legalización de las drogas, y da cuenta de la genuina curiosidad del ser humano a la hora de relacionarse con la naturaleza y alcanzar niveles distintos de percepción de nuestro entorno.