Como miembro del ejército de Alejandro de Macedonia, Kineas ha sido testigo de las acciones del dios de la guerra. Dos coronas de laurel, así como algunas cicatrices que perdurarán para siempre, reconocen su valor al mando de la caballería griega. Pero, al regresar a Atenas, Kineas es recompensado con la vergüenza y el exilio.
Kineas accederá a conducir un grupo de veteranos hacia la ciudad de Olbia cuyo Tirano está ofreciendo dinero a quien entrene a su caballería de élite. Pronto Kineas y sus hombres se verán involucrados en las confabulaciones del Tirano contra sus propios ciudadanos, en tanto la destrucción amenaza a Olbia. Mientras Alejandro ha estado conquistando el mundo, Macedonia se ha tornado hambrienta de oro y grano, y Olbia está en su camino.