Todo empezó un lunes como cualquier otro. Claro que a nadie le gustan mucho los lunes. Y menos a Inés que parecía tener un día especialmente espantoso, de esos que uno prefiere olvidar para siempre. Pero no fue hasta la clase de la señorita Betty que entendió que algo verdaderamente raro pasaba: una especie de pelota peluda, tibia y con dientes filosos como agujas, se alojaba en lo profundo de su bolsillo. Cualquiera se habría llevado un buen susto al descubrir un monstruo escondido. Pero no Inés. Porque si había algo que deseaba profundamente, era que le sucedieran cosas Maravillosas, Terribles y Extraordinarias. Y un monstruo personal era, sin duda, una de ellas.