Tenemos que hablar de Kevin es una novela epistolar. Cartas largas y detalladas de una mujer a su exesposo, Franklin, el padre de su hijo. Cartas llenas de una ironía cruel y desganada. Poco queda de Eva, la mujer que las firma, salvo las palabras.
Lo que quiere contarle a Franklin es la catástrofe de su maternidad. El hijo, Kevin, está preso. Es un adolescente y es un asesino. Y ella necesita nombrar a ese joven al que no supo amar y preguntarse por el origen del Mal.
No hay nadie querible en esta novela de Lionel Shriver. Eva es una empresaria exitosa, creadora de guías de turismo hípster; Franklin es un publicista. Kevin irrumpe como una maldición en su vida perfecta.
Es temible desde que nace. Nada le importa. No es posible castigarlo ni amenazarlo porque odia vivir y todo le aburre, salvo la crueldad. Kevin culpa a sus padres de haberlo traído a este mundo estúpido y se venga, no solo como autor de una masacre, sino como niño imposible, que ataca a los débiles, que usa pañales hasta los seis años, que aprende a leer y a sumar en secreto, como si un demonio le susurrara el conocimiento desde el abismo.
Tenemos que hablar de Kevin es una novela sobre la maternidad y sobre cómo los hijos pueden constituir el misterio más íntimo y más insondable.