Sólo un bárbaro no distingue entre un ser humano y un animal.
En el derecho tradicional se considera bárbaro el hecho de no distinguir entre lo humano y lo animal. Es bárbaro, tradicionalmente hablando, quien trata a otros de sus iguales como animales. Sólo un bárbaro no distingue entre un ser humano y un animal. El toreo es un asunto de libertad y es una opción que no es similar a la de atacar a los demás seres humanos o aprovecharse de su pobreza. Es una forma de entender la vida, de mirarla.
La idea de la prohibición proviene de la cultura anglosajona, no porque no consuman carne, pues no son remisos a comer animales, sino por su visión pragmática de ver con buenos ojos el comer, por ser necesario, y con malos las corridas, por ser un espectáculo. Los anglosajones siguen con una visión puritana de la vida. Para ellos es bueno alimentarse comiendo carne, pero divertirse con un espectáculo donde está la muerte de un animal es malo. Es un problema de libertad. Es respetable que a alguien no le gusten los toros, como que no le guste la carne de caballo, o ver pajaritos en jaulas. Eso está bien. Eso puede ser noble, pero no es parte de la moral, pues la moral hace referencia a las relaciones humanas. Ir contra las corridas de toros no puede ser una norma moral impuesta a todo el mundo. No se puede legislar y mandar sobre los gustos de los ciudadanos.