Todavía no tenia cara ni color. Pero Jorge supo que era un hombre. Y ahí mismo tiempo creyó presentir que aquella aparición representaba una amenaza. La silueta, alta como un palo, se detuvo contra el cielo y partió en dos aquel horizonte de cosas indefinidas.
Se desplazó hacia un costado y se disolvió en la sombra azul de un alero. Permaneció ahí, invisible. Después volvió a zambullirse en el torrente de claridad que arrasaba la calle y alcanzó el extremo de la plaza.
Entonces Jorge vio lo que sus ojos tal vez ya habían registrado desde el principio, aquello que seguramente había despertado la alarma: el tipo estaba uniformado. 'Un policía', se dijo. E inmediatamente: 'Un oficial'.