Reconocernos con un alma gemela (sea un padre, un amigo íntimo, un compañero o compañera de vida_) se da de manera inmediata: por lo general, basta una simple mirada para restablecer un entendimiento tácito. No es necesario someternos a una regresión a vidas pasadas, ni realizar ningún esfuerzo: la vida se encarga de poner a esos seres en nuestro camino; a veces, los encuentros se producen antes en los sueños que en el plano físico o material.
Esta afinidad especial entre dos personas puede darse en el plano de la amistad, del amor, del camino espiritual, del trabajo, del servicio_ trasciende el vínculo. Admitamos o no la idea de reencarnar, todos nacemos con algún tipo de ligazón místico-espiritual o energética con otro ser, u otros seres, originada en el hecho de haber compartido diversas instancias en vidas anteriores.
El o los reencuentros serían para llevar adelante, o profundizar, tareas que quedaron inconclusas. Cuanto sucede de allí en más depende del libre albedrío de los involucrados.