Todo el mundo sabe que las mujeres Santos están malditas. Que solo traen mala suerte y acarrean desgracias. Que si te enamoras de una de ellas tu vida le pertenecerá al mar.
Que están destinadas a llorar en los muelles a sus amores perdidos. Y Rosa no es la excepción. Carga sobre sus hombros la superstición y teme a su herencia casi tanto como a su futuro.
Hasta que Alex entra a su vida. Un chico con un barco del que definitivamente no debería enamorarse. No si quiere salvarlo. Pero las aguas del amor nunca han corrido tranquilas. Y en el horizonte se ocultan brillantes tesoros solo para quienes se arriesgan a ir por ellos.