Este mensaje está dirigido al grupo de seres entregados a la tarea de servir a los niños que están llegando, con el objetivo de que evolucionen juntos hacia un estado más amoroso y elevado de conciencia. Las técnicas de apoyo son lo menos importante; lo esencial es la conciencia que se tenga acerca de quiénes son estos niños y cuál es nuestra meta como seres humanos. No es cuestión de buscar recetas para obtener soluciones rápidas y efectivas.
Éste no es el camino que proponemos, porque el cambio debe ser profundo, de corazón, de conciencia, de relación con el otro, de comunicación verdadera. Si no avanzamos en este punto, todo lo demás será vacío, inútil. Por eso, el corazón abierto, la reflexión consciente, el aprender a escuchar, a ceder, a dar, son el sostén de la tarea. Los niños traen este mensaje de amor y para comprenderlo tenemos que abrirnos aún más, dejar de lado los prejuicios y los viejos paradigmas educativos, reflexionar sobre sus verdaderas necesidades y preguntarnos qué tipo de formación están recibiendo.
Debemos recordar que este mundo sólo podrá salvarse con la pureza del corazón y que eso es lo que tenemos que preservar. Es necesario protegerlos de la incomprensión, de la masificación, de la intolerancia a lo diferente, a lo creativo, a lo distinto. Ellos son sensibles. Son espejos. Frágiles como un cristal. Tenemos que aprender a mirarnos en ellos y reconocernos. Búsquense quienes tengan un mismo objetivo, únanse. Ayúdense, que serán ayudados. La tarea es larga y llevará tiempo la siembra para que una nueva conciencia florezca. No perdamos la esperanza ni la fe.