"Sé muy bien que no eres bella en el sentido que lo entienden los pintores y los escultores. Si quieres que dé a las palabras su significado estricto, me veo obligado a confesar que no eres una belleza. No te halago al decirte esto, pero yo no sé halagar", le escribió a Martha su prometido con brutal sinceridad. Algo más meloso, también la culparía: "Me vuelves perezoso, mi pequeña Martha". Así, entre pesadez y halago, Freud le enrostraría más de una vez la imposibilidad de obsesionarse, con igual ímpetu, en su carrera y en el amor que sentía por ella. Extraña paradoja. Según la biografía Martha Freud, Una Compañera Irremplazable (2007), del francés Gérard Badou, (recién llegada a Chile), la joven habría sido la causa por la que Freud no fue famoso sino hasta su madurez.