Aquí el aire es frío pero no apaga las pasiones, escribe María Sáez en su diario. La protagonista de esta epopeya fue una mujer admirable que por amor a su marido, Luis Vernet, un americanista de espíritu aventurero, aceptó trasladarse al extremo sur del mundo, sin sospechar que las islas se adueñarían de su corazón.
Los Vernet fueron los últimos gobernadores argentinos en Malvinas, entre 1829 y 1831. Auténticos pioneros, lograron vencer la geografía salvaje y el clima hostil para crear un hogar.
El salón de María, con su araña de caireles, su biblioteca y su piano, reproducía los de las tertulias porteñas del siglo XIX. Pero hacia 1832 los Vernet debieron abandonar las costas en las que habían invertido su fortuna y depositado sus sueños.
El desembarco de naves británicas dispuestas a conseguir el control de las rutas del Atlántico destruyó todo lo que ellos pacientemente habían construido. Malvinas, la ilusión y la pérdida es, además de un exquisito viaje al pasado, la historia de amor de dos seres excepcionales que imaginaron un futuro próspero, feliz, en el lugar más lejano e inhóspito de nuestro territorio.