La espera en la venida de Jesús, es en todo tiempo y ese tiempo lo celebramos con toda intensidad. Él puede y debe nacer en cada uno de nosotros al instante en el que le demos el lugar apropiado para cobijarlo, es cuando profundamente estamos convencidos de que su presencia nos hace hombres nuevos, hombres libres, dispuestos a honrar la Vida y abandonar la muerte; es decir cuando nuestra conversión sea verdadera y sincera, allí se producirá el milagro de la encarnación y nacimiento del Señor.