Los nombres provienen de la antigüedad, encierran un significado y constituyen un elemento identificador. A un guerrero germánico, o a un patricio romano, le importaba mucho el nombre que iba a asignar a sus hijos, por eso lo elegía pensando en las cualidades que deseaba transmitir. Puede decirse que el nombre formaba parte de la herencia, como una especie de estandarte a tener muy en cuenta.