Seguramente es cierto que están ahí, a nuestro alrededor, velando por justos y pecadores, pues una misión tan divina no podía excluir a nadie. Durante la niñez su presencia nos ha acompañado en nuestras fantasías y creencias religiosas, y sus representantes en la Tierra nos han asegurado que hay (en la niñez con seguridad, ahora no sabemos), un Ángel de la Guarda para cada uno, un ser divino que nos cuidaba para que nada malo nos ocurriera.