Las décadas del setenta en la Argentina y del ochenta en el Perú tuvieron una gran similitud: los embates y el terror sembrado por la guerrilla de izquierda en su intento por tomar poder. Aquí lo hicieron grupos como Montoneros, ERP y allá estuvo encabezada por Sendero Luminoso, quien según la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, asesinó a más de treinta mil personas en una década.
A través de uno de sus personajes preferidos, el cabo Lituma, y de su compañero el guardia Tomás Carreño, tejió un relato que muestra el terror que vivían las poblaciones cordilleranas en Perú, por los ataques a las que eran sometidas por los guerrilleros, en los que realizaban juicios sumarios públicos contra las autoridades y todo aquel que incumplía con sus valores morales.
Todo se desarrolla en un campamento de obreros que construyen una ruta en medio de las montañas, a quienes ambos personajes deben cuidar de los robos y el accionar guerrillero. Allí es donde se producen tres desapariciones que los dos policías deben investigar y que son el disparador de las historias en las que se entremezclan las tradiciones de la zona, el accionar de la guerrilla y el amor.
Como lo ha hecho en muchos de sus relatos, Vargas Llosa entrelaza hechos verídicos con las costumbres y las tradiciones de las diferentes regiones de su país. En este caso, recurre al mito de los sacrificios humanos a los apus o fuerzas sobrenaturales de las montañas, para mostrar la forma en la que los lugareños trataban de explicar las desapariciones y muertes de sus compañeros.