Toño Azpilcueta pasa sus días entre su trabajo en un colegio, su familia y su gran pasión, la música criolla. Una invitación para ir a escuchar a un gran guitarrista desconocido, Lalo Molino, le cambia la vida. Ese personaje enigmático y de gran talento confirma sus intuiciones: su amor por los valses, marineras, polcas huainos peruanos tiene una razón mas allá del placer de escucharlos.