De los imprecisos límites del latido o el silencio, sigue andando el hombre, la fragilidad de su desvarío por las avenidas de su existencia cerrando los ojos a la luz que ilumina sus territorios postrados a orillas de los agujeros del alma. Y será la alegría o el desprecio, el amor o la soledad, la esperanza o el infortunio que inaugure su canto y pueble de emociones la nación insobornable de su corazón.