Durante la ocupación alemana de París, hubo gente que vivió como si la ciudad fuera una fiesta. Entre ella, mujeres codiciosas y exóticas que, sin escrúpulos, disfrutaron de una vida "glamorosa" a costa del dinero, la libertad e incluso la vida de otros.En realidad, participaron de un mundo de tráficos y complicidades sustentado en la cobardía de los hombres del lugar y los favores del ocupante. La mayoría de esas historias terminó en pesadilla. Algunas de esas mujeres eran rusas, como la condesa Tchernycheff, mannequin y actriz de cine, protegida del siniestro Lafont, el jefe de la Gestapo francesa, y amante de oficiales alemanes influyentes. Otras eran griegas, como la princesa Mourousi, lesbiana y morfinómana, que robaba el mobiliario de los judíos perseguidos.