Toda persona vive en su propio mundo mental. Sus penas y alegrías son creaciones de su propia mente, y de su mente dependen para su existencia. En medio del mundo, ensombrecido por muchos pecados y pesares en los que vive la mayoría, mora otro mundo, iluminado por brillantes virtudes y una alegría impoluta, en el que viven los perfectos.
Es posible encontrar este mundo y entrar en él. A él se llega a través del auto control y la excelencia moral. Es el mundo de la vida perfecta, y pertenece justamente al hombre, que no alcanza su plenitud hasta que no se corona con la perfección.
La vida perfecta no es algo lejano e imposible como imaginan los hombres que habitan en la oscuridad; es algo extremadamente posible, muy cercano y real. El hombre sigue siendo una criatura anhelante, suplicante, pecadora y penitente sólo en la medida en que quiera serlo aferrándose a tales condiciones. Pero cuando decide sacudirse los oscuros sueños y levantarse, se yergue y alcanza el éxito.