El corazón espiritual del hombre es el Corazón del universo y, cuando encuentra éste, el hombre halla la fuerza para conseguirlo todo. Encuentra allí también la sabiduría para ver las cosas como son. Encuentra la paz divina. En el centro del ser del hombre está la música que ordena las estrellas: la Armonía Eterna. Quien encuentra la dicha, se encuentra a sí mismo.
Abandona todo deseo discordante, todo pensamiento inarmónico, todo hábito y acto carentes de amor, y así descubre la gracia, la belleza y la armonía que constituyen la esencia indestructible de su propio ser. Los hombres vuelan de credo en credo, y se encuentran con el desasosiego. Viajan por muchas tierras, y descubren el desengaño. Se construyen bellas mansiones, plantan agradables jardines, y cosechan aburrimiento e incomodidad.
El hombre no encuentra descanso ni satisfacción hasta que se recuesta en la Verdad que lleva en su interior. Mientras no construye la mansión interior de la conducta intachable no halla la dicha incorruptible y sin fin. Una vez alcanzada, la infunde a toda su actividad y a todas sus pertenencias exteriores. Quien desee tener paz deberá ejercitar el espíritu de la Paz.
Quien quiera encontrar amor que se cobije en el espíritu del Amor. Quien quiera escapar del sufrimiento que deje de infligirlo. Quien quiera hacer cosas nobles para la humanidad que cese de hacerse cosas crueles a sí mismo. Basta con que excave en la mina de su propia alma para encontrar todo lo necesario para construir cualquier cosa que desee, y allí hallará también la Piedra básica sobre la que podrá construir con total seguridad.