Felix o el señor Duke organiza funciones de teatro con los presos del correccional de Fletcher. El autor elegido siempre es Shakespeare, y este año el profesor les propone La tempestad.
Felix accede sin problemas al recinto de la cárcel con algo muy peligroso pero imposible de detectar por un escáner: las palabras, aún vivas, robustas, sonoras, de una obra en que la venganza viaja a través del tiempo.
Ensayo tras ensayo, los actores convierten la obra en un asunto muy personal. Ahí descubren algo de sí mismos que no sabían.
La fuerza de las palabras: en eso confía Atwood al entregarnos La semilla de la bruja; en el poder de la buena literatura para redefinir nuestro destino.