Toda pregunta es una invitación a utilizar nuestra inteligencia para penetrar en la realidad de las cosas y descubrir la verdad que en ellas se encierra. Hay preguntas que no sólo interpelan a nuestro intelecto, sino también a la totalidad de nuestro ser. Son estas preguntas las que nos hacen reflexionar con hondura sobre nuestra forma de estar y de vivir.
Las personas somos perfectamente capaces para adaptarnos a la ambigüedad y a la incertidumbre. Para lo que no estamos preparados ninguno es para movernos en medio de esa ambigüedad y en medio de esa incertidumbre sin orientación, referencias y valores. La respuesta es una propuesta sobre lo que de verdad puede dar a nuestra vida orientación, autenticidad y sentido.
Sólo cuando nos alineamos con nuestra verdadera naturaleza podemos florecer como personas y alcanzar nuestra plenitud. Ya no podemos seguir siendo personas que sólo hacen y que apenas piensan. Si queremos avanzar, hemos de pensar, no sea que acabemos llegando donde nunca hubiéramos querido estar. Pensar con rigor es pensar con alcance, con anchura y con profundidad, y este tipo de pensar tiene mucha relación con el arte de preguntar.
Todos tenemos una gran sabiduría innata que apenas utilizamos. Debatir sobre aquellos temas sobre los que se sustenta aquello que nos hace plenamente humanos es también adentrarnos en la comprensión y el descubrimiento de lo que nos hace felices. La verdadera repuesta a nuestras preguntas más profundas sólo surge de ese espacio donde nuestro yo más íntimo al abrazar al tú permite que nazca el nosotros. La verdadera sabiduría es ante todo una sabiduría compartida.