Muchas veces la cercanía de la muerte invita a reflexionar sobre la propia vida. Los emperadores romanos, cuyos últimos días se relatan en este libro, también realizaron este repaso crucial.
De Julio César, en 44 a. C., a Rómulo Augústulo, en 476 d. C., los asesinatos, las enfermedades, las agonías, los suicidios o, incluso, los finales gloriosos frente al enemigo marcaron el último aliento de quienes gobernaron más de medio milenio en todo el mundo conocido. Desde la soledad, en medio de pesadillas y ambiciones, remordimientos e ira, cada uno de ellos evaluó las glorias y las miserias de su tiempo en el máximo poder de Roma.