El delicado límite entre la vida y la ficción es una mentira. No hay nada de delicado ahí, y contra ese lugar común se abalanza Roberto Pettinato en La isla flotante, su debut en un tipo de relato hecho de diapositivas destrozadas pero curiosamente nítidas, viñetas de varios sabores y olores, lecturas, recuerdos, ajustes de cuentas con el pasado y con las palabras.
Cuenta Pettinato, como quien hace memoria porque no tiene más remedio, una historia de amor correspondido pocas veces, que es la de Clara y Don Roberto, su Hombre, ese que la hizo suspirar y odiar a lo largo de toda una vida, ese al que defendió como si de una Evita Ninja se tratara pero al que hubiese asesinado con sus propias manos y de un golpe certero en el corazón.
En estas páginas Pettinato intima con nosotros, sus lectores, nos ofrece sus reliquias, busca los orígenes del recuerdo y sus secuelas, desempolva una conciencia plena de detalles y espacios oscuros, que de principio a fin nos conmueve y asombra.