Se suele decir que los grandes clásicos resisten el paso del tiempo. Y si hiciera falta una prueba de esta afirmación, nada mejor que los casi quince mil versos escritos para contar la guerra de Troya. Versos que se traman alrededor de pasiones tales como la ira, el arrebato, el deseo de venganza, los celos; o en torno a valores, como la lealtad, el amor filial, la astucia; los cuales, para bien o para mal, no nos han abandonado. En La Odisea, Ulises emprende su viaje de regreso a Ítaca, desde los campos troyanos.
Arrasa con todas las dificultades que se le presentan, durante su eterno viaje, con su fuerza física; pero muchas veces acude a su inteligencia o astutos recursos. Mientras tanto, Penélope, su esposa, sufre el asedio de pretendientes que durante años quieren desposarla, convencidos de que su esposo no volverá. A diferencia de La Ilíada, que establece una compleja relación entre seres mortales y divinidades, La Odisea habla, en gran medida, sobre el caos político y económico por la falta de pre