La novela comienza donde termina: ante el cuerpo muerto de Ezequiel Colina Ross, profesor de criptografía de quien Miguel Dorey, narrador de este relato, fue alumno. El padre lo destinaba a heredar un estudio de abogacía, pero sus intereses lo llevan hacia Filosofía y Letras, donde empieza a asistir a las clases de Colina Ross, experto tanto en lenguas perdidas de la Antigüedad como en los códigos de los espías.
En torno a Colina Ross se forma un grupo de alumnos que funda el Círculo de Criptógrafos. Arrastrado por el ambiente, Miguel Dorey empieza a participar en la incipiente actividad política. En una manifestación conoce a Eleonora, una estudiante de carácter muy singular que será la clave de varios secretos.
Corren los primeros años setenta: la radicalización de la política y los hechos dramáticos que desembocarán en la dictadura más tenebrosa de la Argentina condicionan los pasos de los protagonistas.
El Círculo tiene éxito: publican Cuadernos de la Esfinge y mantienen muy buenas relaciones con universidades de todo el mundo. Muy pronto las urgencias políticas se imponen a las académicas, y el Círculo gracias a Víctor Cramer, viejo enemigo de Colina Ross se convierte en instrumento de una organización guerrillera. En el pasado, Cramer y Colina Ross se enfrentaron por su interés en la obra de un criptólogo inglés que logró descifrar la enigmática lengua de Dédalo. Pero son los años setenta. ¿Habrá tiempo todavía para esos juegos con los signos de la remota Antigüedad?
En La hija del criptógrafo, Pablo De Santis deslumbra con la solidez de una trama densa y ajustada al narrar de manera magistral el clima sombrío, la compleja historia amorosa de Dorey y Eleonora, la rivalidad extrema, la sospecha y la delación.