"Al cabo de los años, he comprendido que me está vedado ensayar la cadencia mágica, la curiosa metáfora, la interjección, la obra sa biamente gobernada o de largo aliento. Mi suerte es lo que suele denominarse poesía intelectual." Borges dice en este libro, publicado por primera vez en 1981, que "el ejercicio de la literatura puede enseñarnos a eludir equivocaciones, no a merecer hallazgos".
Sin embargo, los poemas que lo componen, incluyendo el que le da título, parecen contradecirlo: en efecto, La cifra puede leerse como una sucesión de hallazgos. Algunos de ellos, como "La fama", "Nostalgia del presente" o "Eclesiatés, I, 9" hablan de sí, del amor, y de la muerte; otros, como "Los justos", de la salvación del mundo; "Milonga de Juan Muraña" o "Buenos Aires", de su ciudad, una de sus ciudades. Si la poesía, como el sueño, procede por medio de imágenes, y el intelecto, como la vigilia, por medio de abstracciones, aquí los dos procesos aparecen "entretejidos" con la feliz maestría que sólo Borges pudo haber urdido.