La narradora comenta a su interlocutor el curioso episodio que le ocurrió el día de su vigésimo cumpleaños. Trabaja en un restaurante a tiempo parcial y circunstancialmente debe llevar la cena al dueño del restaurante, hombre que vive apartado y solo tiene contacto con el encargado. Con un halo de misterio psicológico, el dueño le invita a pedir un solo deseo que le será concedido. Años después, y siendo el lector un testigo más de la conversación, queda la incertidumbre de cuál fue el deseo y si fue concedido o no.