Febrero de 1736. El padre Ursus, superior de la misión jesuítica de San Ignacio Miní, navega por el río Paraná junto a su protegido, un niño de cinco años, Aitor Ñeenguirú. Ordena a los bogadores que detengan la balsa al escuchar unos gritos desgarradores provenientes de la orilla.
Descubre que se trata de una joven mujer de origen europeo, que acaba de dar a luz a una niña. La muchacha muere, pero la niña está con vida, por lo que se apresuran a llevarla a la misión, donde la bautizan como Emanuela.