Hay más heridos en los campos de batalla del amor que en todas las guerras declaradas y no declaradas. Y a pesar de todo, hay parejas felices. ¿Cuál es el secreto? No lo hay. No existe una fórmula a adquirir, algo externo que lo promueva. La felicidad no se compra hecha y no hay persona que llegue a la vida de otra con la felicidad debajo del brazo.
La retirada de la inteligencia y la preeminencia de la emoción como única guía del amor suele llevar a esos arrebatos por los cuales se está dispuesto a "morir de amor". Y nada hay más contradictorio que el amor y la muerte. ¿Por qué no poner el amor como finalidad y significante de la vida, y no de la muerte? La felicidad, como el amor, es una construcción. Y en todo lo que los humanos construimos empleamos la inteligencia. Las parejas felices han puesto la inteligencia al servicio del amor. De eso se trata. El amor feliz es un amor inteligente. Y existe.