Busca en tu corazón, pregunta a tu hermano, llama, y las puertas de la Masonería se abrirán ante ti?: así reza en sus primeras líneas el catecismo del aprendiz masón, y con tal sencilla frase el neófito inicia la aventura de descubrir el tesoro escondido que ha sido y es la fuente de todas las grandezas de la humanidad.
La Masonería expande esta búsqueda feliz de la propia libertad por medio de los instrumentos de enseñanza que son sus símbolos, es decir formas visuales y relatos emblemáticos significativos para quien los mira, y que son, junto a la convivencia con los viejos maestros, la enseñanza que ofrece la Orden, pero dejando que cada miembro, por su propio esfuerzo, alcance la visión y comprensión de sí mismo y del Todo.
Las tradiciones orientales, la griega y la hermética, la cabalística, la templaria, la bíblica y la de los obreros monjes y laicos constructores de catedrales y monasterios medievales, todas están presentes y convergen en un universo emblemático que, como atanor espiritual, constituye la matriz adecuada para la elaboración de la piedra filosofal que los masones buscan empeñosamente, sabiendo que en realidad ellos mismos son el atanor y la piedra.