Gabriela Margall navega estas aguas -la de la novela histórica- con destreza y preciosismo, para construir una heroína que abre los ojos al mundo y se entrega al amor como una forma de conocimiento. Una novela extraordinaria con el inconfundible sello de la autora.
Corre el año 1801. La silueta de Buenos Aires se dibuja y se recorta contra el cielo celeste, blanco y gris. Algunas esclavas negras están machacando la ropa contra las toscas del río, se mueven, se ríen y hablan, mientras los hermanos Balboa -Don Andrés y Doña Soledad- desembarcan en sus costas llenos de sueños e ideas liberales.
Andrés ha dejado atrás Sevilla para llegarse hasta el fin del mundo, Buenos Aires, la tierra que lo vio nacer. Está dispuesto a hacer lo que haga falta para conquistar a la pacata y selecta sociedad porteña y hacerse rico. Incluso casarse con una niña mujer, Martina Álvarez; incluso querer enamorarla y enamorarse.
Pero nadie le ha dicho que eso a veces puede resultar tan difícil como acortar las distancias entre las dos orillas del Río de la Plata. Ese Río ancho y marrón que su pequeña Martina tanto ama, ese Río que sabe qué razones la vuelven oscura e inalcanzable.