Enmascarado con un manto de ironía, Erasmo de Rotterdam construye una obra magistral que sigue iluminando a millones de lectores bastantes siglos después de su primera publicación. Bajo la apariencia de un juego satírico, se esconde una crítica velada donde no escapan monarcas, papas, la sociedad plebeya o los aristócratas.
Con un modo discursivo, donde la propia estulticia es la que habla, se presenta a la locura y a la necedad como las fuentes de todo el bien del hombre, pues serían las que provocarían la felicidad, la bondad y el deleite. De forma sarcástica se nos dice que la razón no es quien dirige nuestras vidas, lo cual no deja de ser una burla más al ser humano y al uso que este hace de su inteligencia, así como una reprimenda directa a los últimos coletazos de las costumbres culturales del medievo más oscuro.
Erasmo defendió los valores progresistas hasta sus últimos días. Humanista de corazón, fue uno de los más grandes intérpretes de las corrientes intelectuales del Renacimiento.