En la década del veinte Buenos Aires era una ciudad en plena transformación, a la que había que encontrarle la poesía, la música, la religión y la metafísica. Eso sostiene Borges en 'El tamaño de mi esperanza', texto del libro homónimo, publicado en 1926 y recuperado tras su muerte.
Igual suerte corrió El idioma de los argentinos, de 1928, en el que también se refleja la preocupación por un lenguaje propio, por un español que se lleve bien con la apasionada condición de nuestros ponientes y con la infinitud de dulzura de nuestros barrios. Juntos, ambos libros muestran los inicios de Borges, sus preocupaciones, sus desvelos, sus incredulidades y las haraganerías de la esperanza.