Por vocación, todos somos llamados a la santidad en la construcción del Reino de Cristo entre los hombres, nuestros hermanos. Los santos nos muestran caminos, nos dan pistas de santidad, nos señalan ideales, nos inspiran valor e imploran en favor nuestro, el auxilio divino. Si estos y aquellos se santificaron, ¿por qué no he de poder hacerlo yo, si la gracia de Cristo es la misma?, se preguntaba San Agustín antes de su conversión.