El otro, el mismo (1964) ilumina poéticamente zonas recurrentes de su universo literario: Buenos Aires y los compadritos, las culturas helénica y anglosajona, la literatura y la filosofía, la conjetura de que todos los hombres son uno, el mismo. Para las seis cuerdas (1965) evoca el mundo de las milongas porteñas de finales del siglo XIX, que Borges alcanzó a conocer en su juventud y por el cual siempre tuvo admiración. Elogio de la sombra (1969), finalmente, incorpora al repertorio borgeano dos temas que cruzarán toda su obra de madurez: la ética y la vejez.