A menos que seamos una máquina capaz de crearse a sí misma, alguien diseñó el mecanismo para que tu cerebro envíe ahora un extra de sangre a su costado izquierdo y al fondo, porque necesita combustible para la electricidad involucrada en leer estas palabras. Quizá sea el mismo que acaba de poner este libro en tus manos. Por libre albedrío podés dejarlo otra vez donde estaba. Vos decidís (como siempre).