«Querido señor Talese: ( ... ) Durante mucho tiempo he querido contar esta historia, pero no tengo talento suficiente, y me da miedo que me descubran.»
A principios de 1980, Gay Talese recibió una carta de un hombre de Colorado que le hacía partícipe de un secreto sorprendente: había comprado un motel para dar rienda suelta a sus deseos de voyeur. En los conductos de ventilación instaló una «plataforma de observación» a través de la cual espiaba a sus clientes. Talese viajó entonces a Colorado, donde conoció a Gerald Foos y pudo comprobar con sus propios ojos la veracidad de la historia. Además, tuvo acceso a sus diarios: un registro secreto de las costumbres sociales y sexuales de su país. Pero Foos había sido también testigo de un asesinato, y no lo había delatado. Tenía, pues, muchos motivos para permanecer en el anonimato, y Talese pensó que esta historia nunca vería la luz. Hoy, Foos está listo para hacerla pública y Talese puede darla a conocer.