El polvo aún tenía que asentarse en la crisis financiera mundial en 2009 cuando un improbable graduado de Wharton puso en marcha un fraude de agallas y magnitud sin precedentes, uno que simbolizaría la próxima gran amenaza para el sistema financiero global.
Los aspectos prácticos del plan eran sorprendentemente simples: Jho Low persuadió al primer ministro de Malasia para que creara un fondo de inversión que dirigiría desde las sombras; recaudó más de 10 mil millones de dólares de inversores globales con la ayuda de Goldman Sachs y otras instituciones, y durante la siguiente media década desviaron no menos de 5 mil millones de dólares. Dicho dinero fue utilizado para financiar elecciones, comprar propiedades de lujo en Londres, Nueva York y Los Ángeles; producir películas de Hollywood, incluida El lobo de Wall Street, y hacer fiestas llenas de champaña por todo el mundo. Su generosidad también le produjo amistades con actores de Hollywood, como Leonardo DiCaprio, modelos de Victoria's Secret, como Miranda Kerr, e incluso con un miembro del círculo íntimo del presidente Obama.
Lo más asombroso fue que nadie pareció notarlo, ni los bancos globales, como Goldman y J. P. Morgan, que se hicieron de la vista gorda frente a las oscuras transferencias de cientos de millones de dólares; ni tampoco los auditores internacionales, banqueros centrales ni vigilantes del sistema financiero oficial.