Se tiene la novedad como uno de los valores constitutivos de nuestra sociedad consumista. Prácticamente todo se vuelve obsoleto ante nuestros ojos, casi nada escapa al escrutinio de cada día. Ese afán por descubrir a como dé lugar- lo original y lo inédito en las cosas que hacemos nos ha convertido en seres artificiales: pocos asuntos importan salvo el último grito de la moda. Por fortuna, en no hay ninguna prisa por complacer los efímeros dictados de la época (textos elementales, banales, genéricos; papillas fáciles de digerir). Aquí están el miedo y el horror de siempre, el silencio, la soledad, acaso el amor, el absurdo que arropa la condición humana desde la noche primera. No temo equivocarme al afirmar que la cosa aparente en mi opinión, el mejor relato de la colección- resume el extraño sabor que deja el libro: el hijo, el protagonista, podría ser el fallido padre ausente de sus propios padres; el retoño que él y su novia nunca tuvieron; el juguete con el que ya nunca jugará el niño desconocido que se arroja a los pies del penúltimo párrafo. Conversación en la ventana no hay ninguna prisa por complacer los efímeros dictados de la época (textos elementales, banales, genéricos; papillas fáciles de digerir). Aquí están el miedo y el horror de siempre, el silencio, la soledad, acaso el amor, el absurdo que arropa la condición humana desde la noche primera. No temo equivocarme al afirmar que la cosa aparente en mi opinión, el mejor relato de la colección- resume el extraño sabor que deja el libro: el hijo, el protagonista, podría ser el fallido padre ausente de sus propios padres; el retoño que él y su novia nunca tuvieron; el juguete con el que ya nunca jugará el niño desconocido que se arroja a los pies del penúltimo párrafo. (Carlos Patiño M.)