En el apogeo de su carrera, Julio César ha sometido a sus enemigos y extendido el imperio hasta los confines del mundo conocido. Así pues, concentra sus energías en el bienestar de Roma y en afianzar su poder, consciente de las envidias que suscita. Muchos de quienes lo rodean consideran sus atribuciones de dictador una amenaza para la república.
Entre ellos se encuentran el lujurioso Marco Antonio, el resentido Cayo Casio y el virtuoso Marco Bruto, todos en deuda con César, a quien odian en secreto.
Sin heredero legítimo, Julio César, cuyo único hijo es fruto de su relación con Cleopatra, verá en el joven Octavio a su posible sucesor.