La idea de escribir nace de la vertiente de la vida misma que nutre nuestra condición humana de vivencias.
Estar en un entorno donde se proyectan todas las miserias humanas arropadas con distintas clases sociales ha avivado no solo mi sensibilidad frente a la vida sino sobre todo me ha permitido una comprensión multirreferencial centrada en la persona. Es en ese vaivén del trabajo cotidiano donde se materializan múltiples historias emergidas de las enmaraña-das acciones individuales y colectivas. Son esas historias con o sin rostros las que se entretejen para adquirir luz en los ojos del lector.
Escribir y publicar un libro sin dudas conlleva un desafío en varios aspectos, pero a la vez es una interesante aventura intelectual, ya que implica un cambio, una intención de ingresar por el simbólico camino angosto en busca de la comprensión de uno mismo y de la realidad, a pesar de tener latente la posibilidad del tropiezo con fracasos, conflictos inesperados o contradicciones personales. Por ello ya decía Mario Halley Mora: les aseguro que escribir es una aventura inigualable. Es como sumergirse en miles de retratos para insuflar de vida al papel, para volar hasta lugares y tiempos insondables hasta que la imaginación se canse.