En 1963, los Beatles grabaron una canción de Chuck Berry cuya letra aseguraba que la música no se detendría jamás y que era posible hacer rock'n roll sobre Beethoven. Acaso la mención de Beethoven no fuera casual; hay una idea del arte que se cristaliza alrededor de su figura y del mito que el romanticismo construyó con él.
Un ideal estético en el que el sufrimiento del artista y la noción de lucha son esenciales. Y cuyo valor en el campo de la música se define por las condiciones de abstracción, profundidad en la expresión de conflictos, complejidad y dificultad (de composición, de interpretación y de escucha).
Esta concepción, hasta el comienzo del siglo XX, había sido privativa de la llamada música clásica. Pero, con la aparición de medios masivos de comunicación y el acceso de amplios sectores sociales al consumo cultural, alcanzó a muchos músicos y músicas de tradición popular , haciendo más complejo no sólo el panorama musical, sino los modos de abordar su análisis.