Necesitaba un cambio. A Hannah siempre le atrajo la idea de mudarse, conocer más personas, explorar otros ambientes. Después de romper con su novio se aventuró a un nuevo lugar y dejó atrás familia y amigos. Seguro ahí encontraría -con la compañía de Dios- lo que tanto anhelaba: éxito, fama, amor, felicidad.
La sorpresa de la novedad pasó y Hannah regresó a su rutina: sentía que algo no estaba bien, que algo faltaba, y, sin notarlo, empezó a esconder esas angustias y se inventó una imagen lejos de la realidad. Poco a poco fue cayendo en una depresión tan profunda que los días se volvieron un sufrimiento total.
Se vio obligada a buscarse a sí misma, a pedir ayuda para descubrir que no estaba sola, a privilegiar lo espiritual por encima de lo material, a comprometerse con los suyos y dejar de huir. Y lo más importante, entendió que Dios le tenía un plan, solo debía escucharlo.