La facilidad con que se lee esta obra -su autora aspira a que pueda concluírsela en uno o dos días- no debe hacernos creer que el tratamiento del tema ha sido superficial. Más aún, los conceptos aquí vertidos son de una profunda y deslumbrante novedad, porque reflejan historias vívidas y proponen rituales, ceremonias y celebraciones inusuales.
Jill Hopkins nos ayuda a rescatar, en la tecnológica y fría sociedad de consumo, un enfoque tierno y diferente, del lapso que media entre la concepción de un niño y el momento del parto. Y lo hace, recordándonos simplemente que cada criatura es un reflejo de lo divino y que cada nacimiento es una oportunidad para aprender la más grande lección de amor en esta Tierra.
La introducción nos suspenderá con el cálido relato de la singular manera en que las mujeres de una aldea africana se vinculan con el niño que van a engendrar. Luego, los sucesivos capítulos revelarán prístinas formas para relacionarnos con el hijo, antes y después de su llegada. Es un libro del corazón, que invita a la familia y, particularmente, a madres, padres y a otros seres queridos con fuerte presencia en la vida del niño, a que reconozcan, honren y celebren las almas de sus hijos desde el primero hasta el último instante de la vida de estos.